Por: William Santos
La Universidad de El Salvador conmemora cada 26 de junio el Día del Trabajador Universitario, recordando la intervención militar de 1980 que dejó al menos 27 estudiantes muertos a manos de militares miembros del ejército.
La Junta de Gobierno conformada por el Partido Demócrata Cristiano junto a oficiales del ejército ordenaron la ocupación de las sedes de la universidad, la sede oriental ubicada en San Miguel y la sede central, siendo esta última la más golpeada a manos de las fuerzas armadas. Unos días antes, el 13 de junio la Facultad Multidisciplinaria Occidental de Santa Ana fue ocupada por los militares.
Napoleón Benítez Ventura trabajaba como bibliotecario auxiliar en el edificio de la biblioteca central, conocido ahora como el edificio de la escuela de artes, durante la intervención militar.
Napoleón relata los momentos de angustia que vivió junto a trabajadores y estudiantes de la universidad, quienes tuvieron que refugiarse detrás de las paredes del sótano para evitar ser lastimados.
El grupo decidió armarse de valor y salir uno a uno, con las manos arriba y los libros sobre la cabeza. Inmediatamente los militares les ordenaron tirarse boca abajo sobre el piso caliente de la plaza mientras continuaba la intervención de la UES.
“El ejército había entrado y los soldados andaban encima de nosotros y ya nosotros nos creíamos fallecidos porque (sonidos de balazos) ahí íbamos a quedar, pero gracias a Dios todavía estamos contando la historia y estuvimos como tres horas tirados en el pavimento calientísimo”, dijo el sobreviviente.
Ese mismo día, se realizaba en el campus una conferencia de prensa para medios internacionales que tuvo que ser violentamente suspendida cuando comenzó la intervención a eso de las 11 de la mañana. Para la comunidad universitaria era común escuchar ruidos de disparos en las cercanías del campus, debido a que el hostigamiento y las agresiones hacia la universidad eran cada vez más frecuentes.
El Dr. Saúl Ramírez, ex decano de la Facultad de Odontología, narró en un documental elaborado por la Secretaría de Comunicaciones, el momento de pánico que pasó la gente que se encontraba en la clínica de la facultad durante la intervención.
“El pánico era grande, nosotros estábamos trabajando en las clínicas de Odontopediatría con niños, estábamos trabajando con personas adultas en sus rehabilitaciones protésicas y teníamos las clínicas llenas de pacientes; los estudiantes estaban en sus clases normales y en sus actividades de laboratorio y clínica y los profesores trabajando en la docencia” dijo el ex decano.
La gente que se encontraba en la Facultad de Química y Farmacia corrió hacia el edificio de odontología, buscando una salida a través de la puerta principal sin importarles poner en peligro su vida, pero quedaron atrapados junto a los que ya se encontraban ahí.
“Logramos que vinieran los de servicios como Cruz Roja y Cruz Verde, vinieron en ayuda y con ellos logramos que permitieran la salida de los niños que teníamos atendiendo en las clínicas de infantil y que lograran salir también los ancianos y ellos aceptaron que salieran”, agregó Ramírez.
Finalmente los militares permitieron la salida de las mujeres, pero la liberación de los hombres fue distinta, las tropas entraron al edificio y obligaron a los hombres a quitarse la camisa para verificar que no portaran armas y se les impuso permanecer hincados hasta cerca de la una de la tarde.
El operativo comenzó con el ataque a la comunidad La Fosa ubicada a un costado de la universidad, donde vivían algunos estudiantes y donde se encontraba un grupo de jóvenes de la oposición. Rápidamente el conflicto se trasladó a las instalaciones de la alma máter.
Ese mismo día, periodistas holandeses documentaron el momento en que soldados asesinaron a un estudiante de secundaria que se encontraba cerca de la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS).
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos calculó que murieron 27 estudiantes, 25 heridos y 200 más fueron capturados. Cuatro meses después, fue asesinado el 28 de octubre, el rector Félix Ulloa por un grupo paramilitar.
Para Ricardo Argueta, director de la Escuela de Ciencias Sociales, lo que pasó se debió a que la universidad históricamente ha cuestionado a los gobiernos que han llegado al poder vía fraude, vía imposición como en los gobiernos militares, y fue una forma de castigo por su posición crítica.
“La universidad era vista como un refugio del movimiento social que tenía una postura crítica a los gobiernos militares, pongámoslo de esta forma, hay unos gobiernos militares que son represivos, que son antidemocráticos, que no están dispuestos a empujar la democratización en el país y hay una sociedad, hay un movimiento social que está cuestionando a esos gobierno militares y dentro de esa sociedad civil que está cuestionando a esos gobiernos militares está la universidad”, comentó Argueta.
El ejército devolvió el campus cerca de 4 años después, el 22 de mayo de 1984. Los daños ocasionados en laboratorios, bibliotecas y el deterioro de las instalaciones ronda los 30 millones de dólares.
Como parte de la conmemoración del Día del Trabajador Universitario, estudiantes de la Escuela de Arte realizaron un mural alusivo a los hechos ocurridos el 26 de junio de 1980. La iniciativa nace de conjugar el punto de vista del arte con los factores históricos.
Puede leer la nota completa dando clic acá