Nacido en el humilde cantón El Carrizal de Cojutepeque, departamento de Cuscatlán, Agustín Hernández De la Cruz creció en el seno de una familia de ocho hermanos, cinco hombres y tres mujeres, profundamente arraigada en la tierra. Descendiente de una estirpe de productores agrícolas, su amor por la naturaleza y las ciencias de la tierra brotó desde temprana edad.
Aunque su primera vocación era estudiar Geología, al no existir esta carrera en El Salvador en aquel entonces, optó por Ingeniería Agronómica con especialidad en Ingeniería Agrícola en la Universidad de El Salvador. Sin embargo, su pasión por desentrañar los misterios de la corteza terrestre nunca se apagó.
Ha recorrido un camino poco convencional pero apasionante en la búsqueda del conocimiento. Su travesía comenzó cuando, siendo estudiante de la Facultad de Ciencias Agronómicas en la Universidad de El Salvador (UES), se involucró activamente en la elaboración del plan de estudios de su carrera.
«Cuando yo inicié en la carrera de agronomía no existía un plan de la carrera de agronomía estaba a medio hacer y fui delegado de los estudiantes en la Comisión Académica (1987-1990) encargada de la elaboración del plan» comenta el profesor Hernández.
Esta experiencia temprana despertó su vocación por la enseñanza y, tras graduarse, fue invitado a colaborar en el montaje de la carrera de Ingeniería Agronómica en la Facultad Multidisciplinaria Paracentral (FMP) de San Vicente, donde labora actualmente en el Departamento de Ciencias Agronómicas.
«En realidad, incluso cuando el Ing. Agr. Héctor Armando Marroquín Arévalo (quien había sido decano de la Facultad de Ciencia Agronómicas y quien fuera delegado por las autoridades universitarias para implementar la carrera de Ingeniería Agronómica en el CRUP, ahora FMP) me pidió que le colaborara, yo le dije que solo le iba a colaborar un par de años porque pensaba que no era mi vocación, desde que terminé mi carrera tenía claro que quería ejercer bien una profesión, porque si no hay vocación el trabajo se hace muy pesado y no satisface,» recuerda Hernández sobre sus inicios en la docencia.
Aunque inicialmente pensó que la docencia no era su vocación, Hernández pronto se sintió cautivado por el trabajo de campo con los estudiantes y la oportunidad de compartir conocimientos. Sin embargo, reconoció la necesidad de especializarse para elevar la formación académica de los futuros profesionales.
«Me había gustado el trabajo de campo con los estudiantes, bueno hay que especializarse, ahora debo de reconocer que por motivos de la guerra en los 90 todavía estábamos en tiempos convulsos de la guerra civil, entonces era difícil la formación y básicamente nos fuimos quedando con licenciados formando licenciados, ingenieros formando ingenieros,» explica.
En ese entonces, a finales del siglo XX, surgió una oportunidad inesperada: un programa de cooperación entre la UES y la Universidad Autónoma de Barcelona le permitió obtener una Maestría en Medio Ambiente y Recursos Naturales. Esta experiencia internacional abrió sus ojos a nuevos campos de estudio.
Posteriormente, su creciente interés por la geología lo llevó a unirse al Grupo de Investigación Vulcanológica de la UES (GIV-UES), donde tuvo la oportunidad de colaborar con expertos en el estudio de la peligrosidad volcánica. Fue entonces cuando decidió profundizar sus conocimientos en esta área, solicitando su ingreso al Programa de Doctorado en Ciencias de la Tierra de la Facultad de Geología (hoy Ciencias de la Tierra) de la Universidad de Barcelona.
Un camino sinuoso pero gratificante en la búsqueda del conocimiento
Aunque el camino no fue fácil, Hernández demostró una determinación inquebrantable. Inicialmente, con el apoyo de una beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) pudo cursar una maestría en Geología, como requisito para poder inscribir su tesis doctoral, lo que extendió su estancia en Barcelona, durante ese tiempo, pudo dedicarse a tiempo completo a su investigación. Actualmente, gracias al proyecto CASTES, financiado por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), ha podido retomar su doctorado en Geología y su tesis doctoral se encuentra en la etapa final de redacción.
A lo largo de estos años, Hernández ha participado en diversas publicaciones científicas en colaboración con el GIV-UES y se encuentra en proceso de finalizar su tesis doctoral sobre el comportamiento de los sistemas volcánicos salvadoreños. Su experiencia de campo, incluyendo las erupciones del volcán Santa Ana en 2005 y del volcán de San Miguel en 2013, le ha brindado una valiosa comprensión de los procesos naturales involucrados.
A través de su participación en el GIV-UES y su colaboración con expertos internacionales como el profesor italiano Giuseppe Giunta de la Universidad de Palermo (UNIPA) quien coordinó el desarrollo del proyecto RIESCA, el profesor Hernández De la Cruz ha demostrado la importancia del trabajo multidisciplinario y la cooperación internacional en la investigación científica.
«No es posible desarrollar un proyecto por uno mismo,» asegura. «Algunas veces, cuando los proyectos tienen suficiente dinero, usted puede contratar a gente de apoyo, pero igual es un aporte no es solo mío. Incluso aunque uno le pague a un auxiliar o a un técnico, el proyecto también es de él, tiene derechos por eso, y el crédito también es de ellos.»
Este enfoque colaborativo ha dado frutos en proyectos como el desarrollo de instrumental en modo continuo para observación de actividad volcánica, un avance que permitirá monitorear los volcanes salvadoreños de manera más eficiente y precisa.
Además de su labor investigativa, Hernández ha mantenido su compromiso con la docencia en pre y posgrado, impartiendo cursos en la UES, sobre vulcanología y riesgo volcánico, desarrolla los contenidos de edafología (Ciencia que trata de la naturaleza y condiciones del suelo, en su relación con las plantas). Reconoce la importancia de formar profesionales capaces de analizar e interpretar los datos científicos, más allá de la simple recolección de información.
Sus investigaciones en vulcanología y riesgos geológicos tienen un impacto directo en la capacidad de pronosticar y gestionar posibles crisis volcánicas, tectónicas y deslizamientos de tierra en El Salvador. Su trabajo contribuye a la protección de las comunidades vulnerables, brindando información crucial para la toma de decisiones y la implementación de medidas preventivas.
«Nuestra experiencia nos dice que invirtiendo lo necesario en planes de investigación y en programas de monitoreo, se pueden pronosticar las erupciones volcánicas,» afirma. «Necesitamos avanzar en la definición de otros parámetros de investigación, de otras variables de monitoreo volcánico, para poder avanzar también en el pronóstico de sismos tanto en subducción como de fallamiento local.»
Su visión, junto con sus compañeros del GIV-UES, es ambiciosa: establecer un Instituto de Vulcanología en la UES, para apoyar a los posibles jóvenes investigadores en el campo de la Vulcanología de nuestro país y desarrollar una red de estaciones de monitoreo en modo continuo en los principales volcanes activos del país. Esto permitiría pronosticar con cierta precisión las erupciones volcánicas y otros fenómenos naturales, reduciendo así el impacto en las comunidades vulnerables.
A pesar de los desafíos burocráticos y la falta de recursos, Hernández se mantiene optimista. Su determinación y pasión por el conocimiento lo impulsan a seguir adelante, consciente de que su trabajo tiene un impacto tangible en la gestión de riesgos y la protección de vidas humanas.
Hernández De la Cruz es consciente de los desafíos que aún quedan por delante, pero su determinación y su compromiso con la investigación y la docencia son inquebrantables. Desde las raíces de su humilde origen hasta las cumbres de la excelencia académica, su legado es una contribución invaluable al bienestar de su amado país y su gente.
En resumen, la trayectoria de Agustín Hernández De la Cruz, a quien solo le gusta el título de profesor, es un testimonio inspirador de cómo la curiosidad intelectual, la perseverancia y la dedicación pueden llevar a un individuo por caminos inesperados pero gratificantes. Su contribución al estudio de los sistemas volcánicos en El Salvador es de suma importancia y su legado perdurará en las generaciones de estudiantes que han tenido el privilegio de aprender de su experiencia y conocimientos.