Por: Guillermo Mejía
La sociedad no será igual una vez pasada la pandemia por el coronavirus –de hecho ya no lo es- y cabe preguntarnos sobre la forma que adquirirá el ejercicio de la política, sobre todo en países como el nuestro en el que hemos experimentado el abuso y la exclusión desde el ejercicio el poder.
Abuso y exclusión, una vez en el ejercicio del poder, también de quienes buscan ansiosamente arribar a controlar los órganos del Estado, pues realmente no se ha producido un cambio en la forma de hacer política en una sociedad en la que pasamos de experimentar con sectores conservadores a sectores de izquierda.
En la actual coyuntura, la reciente encuesta de LPG-Datos otorgó más del 90 por ciento de reconocimiento popular a la gestión de Nayib Bukele, tanto en su primer año de gobierno como en el manejo de la cuarentena por la Covid-19, hecho que contrasta con la serie de críticas que ha recibido por su creciente autoritarismo y débil transparencia.
Sin embargo, en una proyección a futuro, difícilmente tanto Bukele como sus adversarios políticos podrán seguir actuando de la misma manera, ya que la pandemia desnudó las históricas carencias de la sociedad salvadoreña como la marginación de amplios sectores y la ausencia de una vivencia democrática.
Para muestra un botón, como dicen. Hemos sido testigos del encontronazo entre el gobierno y la Asamblea Legislativa por la vigencia de la cuarentena, motivos de salud, por un lado, motivos de producción, por el otro, en un país donde la mayoría de la población no cuenta con un trabajo formal y vive de la rebusca. Las banderas blancas por el hambre lo muestran.
Verónica Yazmín García Morales, profesora de la Universidad de Barcelona, dice que “la mentira está presente en el discurso político de nuestros días. El ejemplo paradigmático es el discurso que agita de un modo tóxico las emociones políticas de una sociedad que cada vez responde más desde el miedo, la desinformación, el rechazo al distinto y a la frustración”.
Agrega que “en este escenario –el de una democracia que se debilita por la desinformación y la falta de confianza-, encuentran cabida la polarización, los extremismos y la radicalización”.
García Morales dice que “la velocidad para difundir mentiras y falsedades hoy, en el contexto de las redes sociales, es abrumadora. El contagio del miedo en el estado de alarma por el coronavirus se explica, en buena medida, por la desinformación, la hiperinformación y la mentira sobre la realidad sanitaria de Covid-19.”
Y sentencia: “El discurso político se caracteriza en no pocas ocasiones por las mentiras. Mentiras que generan odio, como cuando se habla del ‘virus chino’. De ahí que, quizá, otra tarea que persiste para este siglo sea la de descubrir mentiras, aunque ello no ha de suponer la creación de un Ministerio de la Verdad que se encargue de las mentiras, en términos de la distopía orwelliana”.
En ese sentido, según la profesora española, el discurso que miente deliberadamente para manipular la realidad está en las palabras de políticos de diferentes ideologías, en las campañas electorales, en el discurso político y mediático en general, aunque no en el mismo grado ni responsabilidad. El problema es que la mentira en el discurso en un escenario de polarización, posiblemente, hoy no tiene el rechazo ético, social y político que debería o que podría contrarrestarla.
¿Cuál debería ser la práctica política de ahora en adelante?, ¿qué papel deben jugar los sectores populares en la configuración de una nueva forma de hacer política?, ¿y los demás sectores?, son preguntas que salen a relucir en un momento en que reina la incertidumbre y el pesimismo, incluso en sociedades más avanzadas.
El filósofo español Daniel Innerarity –que recién lanzó su libro Pandemocracia (Galaxia Gutenberg)- dijo a la prensa que “no se acaba el mundo, pero sí un mundo de certezas, individuos autosuficientes, varones, por cierto, y de comportamientos estancos. Entramos en un espacio que da vértigo pero nos obliga a una evolución del pensamiento”.
“Primero, a una revolución en los conceptos para comprender la sociedad, que aún son newtonianos. Y segundo, a cambios en nuestra manera de entender nuestras interacciones. Debemos pensarnos más como sujetos que se protegen colectivamente de riesgos muy diferentes a los de la sociedad industrial y que deben entrar en lógicas de poder más cooperativas y menos competitivas”, señaló al periódico catalán La Vanguardia.
“En la sucesión de crisis que nos asaltan desde finales del siglo pasado, climática, ecológica, migratoria, financiera, europea y ahora sanitaria, hay un hilo común: entramos en horizontes de ignorancia insuprimible y debemos entendernos como sujetos cuya clave es organizar bien su interacción”, remató.
-¿Qué pasa con el populismo?, le preguntaron al filósofo español.
Daniel Innerarity contestó: “Es una situación muy ambivalente. Podemos salir en una dirección y en la opuesta. Hay gente que cree que hay que salir con un green new deal y otros se reconfortan por la efectividad del cierre de fronteras. La pandemia da un golpe duro al populismo por despreciar tres cuestiones que se revalorizan: el saber experto, la lógica institucional y la idea de comunidad global. Pero a la vez se produce un caldo de cultivo, una turbulencia, que pueden aprovechar.”
La sociedad salvadoreña debe hacer un esfuerzo de pensamiento y reflexión para el mundo que nos tocará vivir a partir de que la pandemia llegue a su fin, pues la vida ya no será igual –no lo es ya- tanto a nivel local como global. De ahí la importancia de apostarle a otra forma de hacer política en la post pandemia.
Guillermo Mejía, periodista y docente del Departamento de Periodismo (UES).