Por Reina Miranda/Isaac Pérez
Nació en Santa Ana el 11 de septiembre de 1919. Laboró como abogado en El Salvador, pero, por razones políticas se exilió en Guatemala entre 1944 y 1945 y años más tarde en Costa Rica. Marcado por Neruda, dejó inédita una “Elegía infinita” e influenció a los jóvenes de la Generación comprometida. La primera etapa de su producción siguió los cauces del romanticismo, pero posteriormente desarrolló una obra más realista, comprometida y social.
En el campo de la política, formó parte del «grupo de los seis», que luchó contra el dictador Maximiliano H. Martínez. Abogó por la unión de Centroamérica en una sola entidad. En los últimos años de su vida, sufrió un cáncer en la lengua que le obligó a trasladarse en varias ocasiones a Texas, donde las intervenciones quirúrgicas no lograron sanarle.
Fue un poeta de fuerte acento social, pero retórico, Escobar Velado se colocó del lado de los desposeídos. En todos sus libros se advierte su indignada protesta, figurando en la mayoría de las antologías de poesía revolucionaria y rebelde de América Latina. Por eso también influyó en los poetas surgidos durante los años 50.
Su poesía es un equilibrio de belleza lírica y compromiso con su tiempo histórico. Debatiéndose siempre entre el posmodernismo vanguardista, el romanticismo y el compromiso social y político. Entre sus libros destacan: Poemas con los ojos cerrados (1943), Diez sonetos para mil y más obreros (1950), Volcán en el tiempo (1955), Árbol de lucha y esperanza (1951), Cristoamérica (1958), Cubamérica (1960), Antología Poética (1967) y Patria exacta y otros poemas (1978).
Escobar Velado continúa la siguiente línea: escribe «Diez Sonetos para mil y más obreros» y «Árbol de lucha y esperanza». La propia realidad hace tan fresco y vivencial el poema que no hay tiempo para detenerse en expresiones ajenas. Su aprehensión de la realidad trágica del trabajador rural marginado no le llegó por medio de la teoría sociológica, sino del convivio con los propios hombres del campo o de sus largas conversaciones con los obreros de las zonas interurbanas de San Salvador. También cantó a algunos compañeros que, habiéndose quedado en el país habían olvidado sus ideas revolucionarias para convertirse en diputados y ministros. En todo caso, dio su tributo a quienes lucharon a su lado y entregó su humanidad en poemas que escribió hasta el día de su muerte. Falleció el 15 de julio de 1961 a los 41 años en San Salvador.